RAÚL CASTAÑÓN DEL RÍO

ESCRITOR

 
 
 

Baraca

Audaces fortuna iuvat. El clásico latino no pasa de moda. A veces solo falta un empujón, un mínimo equipaje, una chispa de dragón. Se me cumplió sin pensar, pero no sin querer. Quererlo, lo quería mucho. Querer, desear, cumplir. Una secuencia de miel sobre hojuelas en las primeras postrimerías del año. Reencuentros y encuentros largamente pospuestos para coronar una escapada con el punto justo de retorno y sazón.

Es la primera vez que dejo de propina un regalo. Una pulsera;

de la suerte, me faltó añadir por las circunstancias. En Triana siempre con Reyes y ayer con Salamanca de por medio. Con lo especial que se ha vuelto para mí esa bella y sabia ciudad de unos años para acá (véase entrada a propósito de este mismo blog). Pero el amor por la Isla lo coronó. Como coronó en su día Cuaderno andaluz, el relato colofón que le dio sentido (y premio gratificante) al libro. San Fernando. Isla invicta. Tracatrá.

La expedición, además de improvisada sobre la marcha, fue audaz esta vez. Y resultó perfecta en tiempo y medida. Porque la llamada que esperaba se produjo justo cuando tenía que producirse, nada más volver, nunca antes para no perturbar el retomado sosiego andaluz.

Viajes recuperados y valiosos. Volveremos, a todo y con todo. Algún día llegará otro Cuaderno andaluz avecindado de notas como estas, otros viajes, otros sures sosegados de amor y nostalgia. Pero mientras tanto, la celebración se queda en casa por un año. Y me complace enormemente haberle sumado a un amigo de la escuela. Uno que siempre me apoyó con los libros, además.

En resumen, que da gusto volver justo a tiempo, pero con margen. Y que me encanta que los planes salgan bien... Aunque sea improvisando.

 

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