Mover la maleta

La semana pasada hice un viaje frecuente que llevaba tiempo, años sin hacer. Digo frecuente porque antes de la pandemia iba por Torrevieja y el templo de la Abbey Tavern al menos una vez por año, pero las circunstancias ya se sabe que deciden y disponen por nosotros muchas veces, demasiadas. Pues tras tantos tiempo sin acercarme por el Mediterráneo, una visita paradójicamente rápida. Fueron solo dos días. Un viaje relámpago y contra reloj. Con lo que a mí me gusta viajar tranquilo, sin prisas por volver.

Pero mereció la pena, no obstante. Poder ver a mi gran amigo Alfredo por sorpresa, en el día de un cumpleaños tan señalado. Estar junto a él, su familia y sus mejores amigos en un día memorable, emocionante y felizmente agotador. Una fiesta con gente única, de una categoría tan extraordinaria que en su fiesta cumpleaños hacen sentir regalo al invitado. Momentos de esos que valen por una vida.

Viaje precipitado, sí, pero gratificante como pocos por lo señalado de la ocasión. Y en nada, otro un poco más reposado y acomodaticio por ir organizado. Al final, parafraseando muy vulgarmente a Stevenson, yo diría que la clave es mover la maleta.