RAÚL CASTAÑÓN DEL RÍO

ESCRITOR

 
 
 

Pon esa música de nuevo

“La historia se repite y aun así, prometo estarte agradecido”. Eso lo cantaba Rosendo cuando estaba loco por incordiar, en el año 1985. Por entonces yo estaba en el instituto y como tierno seguidor de Leño hice cola para comprar la cinta de su guitarrista y cantante y escucharla en el radiocasete. Volver atrás por la música –sobre todo por la música de tu vida– es fácil. Volver por un nombre es casual. Como las serendipias, como los descubrimientos que sorprenden. Ayer mismo volvía a casa y al pasado en un autocar procedente de Sevilla que, paradójica y lógicamente, circulaba hacia delante por su ruta bien marcada –la Ruta de la Plata, en este caso–. La casualidad me asignó el asiento número uno –por fin era el primero en algo–, justo detrás del conductor y justo al lado de una joven estudiante llamada

Amanda. Que el móvil de Amanda se quedase sin batería igualó un poco las cosas. Por un momento en los asientos uno y dos volvimos a una forma de viajar más dialogante aunque fuese por accidente. Volver al papel, a salirse del renglón para dibujar o escribir, volver a conversar pasajeramente entre viajeros. Volver a los años ochenta por un nombre, por una canción con ese nombre, reproducida en mi móvil para celebrar la presentación. Los teléfonos móviles son artilugios que, huelga decirlo, no existían cuando yo tenía la edad de Amanda. Aún así pude prestarle –yo a ella, más paradojas por razones de generaciones distantes y distancias tecnológicas- una batería portátil que llevaba conmigo para que al menos Amanda pudiera avisar en casa de cómo iba su viaje. El viaje de vuelta seguía y el teléfono de Amanda se cargaba, más deprisa por no estarlo usando. La joven pareció preferir también la conversación. Una conversación muy amena sobre música, sobre la afición a la escritura, sobre viajes, sobre Salamanca y Andalucía y sobre otras casualidades que me recordaron un lejano tren a Sevilla. Más coincidencias. Y más paradojas, como que Amanda portase un maletín que en realidad era un tocadiscos portátil. Hasta ese momento el del vinilo era yo, por obvias razones de edad, pero está visto que en los viajes nunca se sabe. Como cantaba Barricada por el mismo año de esa canción de Boston: “Pon esa música de nuevo, son un montón de recuerdos…”. Recuerdos como los que voy asentando en Salamanca a cada nueva visita, ahormándome la ciudad, la manera de viajar, de percibir. Rendirle visita en junio a la bella capital del Tormes ya es tradición personal, sumada al sumo placer de viajar. Y si se termina obteniendo, como así sucedió, una nueva catarsis helmántica, pues miel sobre hojuelas ya.

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