Vacíos que lloran
(…) Era el peor castigo para un maestro y, también, la peor defensa posible por sustentarse en una ironía descorazonadora y derrotada de antemano. Y luego aún les quedaría sufrir otro ataque incruento en su apariencia.
El ataque de la propaganda enemiga reprochando, magnificando y tergiversando el simbolismo de aquel relleno de circunstancias (…).