RAÚL CASTAÑÓN DEL RÍO

ESCRITOR

 
 
 

Reforestación

La tormenta azota la travesía sin que parezca atisbarse un final. Sigue golpeando la pandemia y el mapamundi entero se convulsiona de dolor. El planeta sufre y se defiende; la lucha por sobrevivir siempre es denodada y a veces incógnita. Lo que no podemos dejar de notar son las consecuencias. Una amenaza sombría nos aparta unos de otros y corroe la vida humana; enturbia, congela y mata día día hasta que en algún punto imperceptible del tiempo la primavera se subleva y

hace virar el drama hacia la poesía. Porque aun en los peores momentos la esperanza brota en alguna parte, aunque no la podamos ver. Pero está. Estaba corriendo ya con el deshielo. Tras la dura hibernación del mundo anterior la luz renace y la primavera se impone poco a poco, brizna a brizna, flor a flor. Los renuevos de la estación flotan en el aire y se aplaude el respiro. Incluso dan ganas de gritarlo por la ventana con rebeldía, aunque se trate de una floración prudente y cultivada para la paz. Ese retoñar adolescente ha prendido y aprendido; ahora lucha en silencio. Ahora no hay gritos, sino susurros; no hay velocidades de vértigo, pero sí vértigos deleitables de trabazón múltiple, alambicada: primaveras capaces de florear el fondo de los confinamientos. De reverdecer los interiores, de despertar los adentros.

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