RAÚL CASTAÑÓN DEL RÍO

ESCRITOR

 
 
 

Actos

A veces basta un momento, una decisión trivial, un encuentro para que la obra del día cambie de decorado en un solo acto. Un preámbulo, por ponerse en situación. Viernes, otoño, las lluvias que vuelven sobre el cambio de la hora con recortes de luz (luz solar en este caso). Un amigo me invita a un acto y acudir marca el primer reencuentro, el de las presentaciones literarias con público; un triunfo

en tiempos pandémicos, viendo como nos vimos. Encontrase con tiempo libre a la salida invita al siguiente reencuentro, aplazado por mucho tiempo. Jose, un amigo de toda la vida, asiduo de las librerías de lance; al mensajearnos surge lo de vernos. Me tenía un libro guardado, como otras veces; siempre que ve alguno de mi gusto (con la apuesta segura de la temática oviedista), lo coge y luego me avisa para dármelo. Con este libro de ayer llevábamos meses de espera, no por nada, salvo por hache o por be.

Como Jose vivía cerca del lugar del acto literario, quedamos en una mítica cervecería de la zona. Otro reencuentro, con el propietario; los bares, cerrados por largo tiempo, no ayudaron a vernos mucho nadie: ¡si hasta la Guinness se me había teñido de rubio en el entreacto! Cosas que pasaban. Jose me entrega el libro nada más llegar. Viene bien envuelto contra la lluvia reencontrada tras el veranillo de San Miguel alargado hasta el de San Martín, prácticamente. El libro es, como me había dicho en su día, de Groucho Marx, uno que yo no tenía. Por lo demás, cerveza, charla y viajes que proyectamos; ya hace dos años del último en que coincidimos, inolvidable, por tierras de Portugal. Al poco entra en el local un matrimonio amigo; me confirmaron ser ellos, tras las dudas faciales del enmascaramiento preventivo del virus covid. Al comentarles que venía de un acto literario allí al lado, en un primer momento pensaron que hablaba de la presentación del nuevo Dorsal 12, mi último libro hasta la fecha, y que ellos, como buenos oviedistas, adquirieron y leyeron. La verdad que tampoco iban descaminados del todo, la presentación la tengo apalabrada en ese mismo local para más adelante. La charla es breve, pero me apuntan al vuelo varias sugerencias muy interesantes de cara a posibles presentaciones del libro en cuestión, aún sin presentar por las circunstancias. Apuntado y bien apuntado que queda todo lo propuesto, que una presentación no exime de otras presentaciones y/o combinaciones, al igual que una charla no priva de otras.

                A todo esto, el libro de Groucho yo creo que también venía por algo más, y de antiguo. Que Jose lo clasificase como materia de mi gusto pienso que se debe a otro acto del pasado lejano, veinteañero. Un carnaval de los años noventa donde el comediante que suscribe se disfrazó de Groucho Marx –con postizos de bigote, de puro y toda la pesca– y no paró de soltar pullas en toda la santa noche. Actos, por tanto, de pura y dura comedia. La vida misma, aunque pasaran treinta años casi. Aquella elección puntual se trasladaba al presente. De haber sido otro disfraz, sería también otra actuación, otra historia; otro libro, en consecuencia. En fin, qué puedo decir, como no sea lo que decía el viejo Groucho: “He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso”.

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